El Vaticano vive un momento histórico con la organización del funeral del papa Francisco, quien falleció el pasado lunes a las 7:35 a.m. en la Casa Santa Marta, un día después de haber impartido su última bendición Urbi et Orbi desde el balcón de la basílica de San Pedro.
Como parte de su deseo de una ceremonia sencilla y austera, el pontífice solicitó que no se utilizara el tradicional catafalco papal, una estructura elevada donde habitualmente se colocaba el féretro de los papas durante los funerales. En su lugar, el cuerpo del papa Francisco ha sido dispuesto en un solo ataúd de madera con recubrimiento interior de zinc, sin la acostumbrada trilogía de féretros —de ciprés, plomo y roble— que se empleaban en ceremonias anteriores.
Esta decisión refleja la coherencia con el estilo sobrio que Francisco mantuvo a lo largo de sus 12 años de pontificado, alejado del boato y centrado en la humildad y el servicio.
Cambios en el rito fúnebre papal
La ceremonia también incluye otras modificaciones relevantes. En noviembre de 2024, el papa Francisco aprobó una nueva edición del “Ordo Exsequiarum Romani Pontificis”, el documento que regula los ritos funerarios de los pontífices. Esta versión actualizada busca simplificar el protocolo y acentuar la dimensión espiritual de la despedida, resaltando la esperanza en Cristo resucitado.
Entre los cambios más notables se encuentra la eliminación del rito tradicional en el que el camarlengo golpeaba la frente del papa con un pequeño martillo de plata para confirmar su fallecimiento. Esta práctica ha sido sustituida por métodos más sobrios y discretos.
Además, se ha suprimido el velatorio privado previo. El cuerpo del papa fue trasladado directamente a la Basílica de San Pedro, donde permanecerá expuesto en un ataúd abierto para que los fieles puedan despedirse.
Estas transformaciones no solo marcan un cambio de estilo, sino que también reflejan una visión pastoral centrada en la sencillez, la fe y la cercanía con el pueblo.