Claudia Sheinbaum, presidenta de México, restó importancia a la advertencia lanzada por Bank of America respecto al tipo de cambio del peso. Según el banco estadounidense, la moneda nacional está sobrevaluada en al menos un 10% frente a sus fundamentos macroeconómicos. La reacción de Sheinbaum fue tajante y sin matices: “Ah, pues qué bueno”, soltó durante su conferencia matutina.
El comentario, lejos de ofrecer una postura analítica o responder con argumentos técnicos, refleja una actitud de confianza absoluta —o quizá desdén— frente a los diagnósticos de uno de los bancos de inversión más influyentes del mundo.
La mandataria subrayó que el peso mexicano ha recuperado terreno tras haber tocado los 21 pesos por dólar en febrero, en medio de la incertidumbre causada por las amenazas arancelarias de Donald Trump. Hoy, dijo, el tipo de cambio ronda los 19.34 pesos. “Repito, 19.34”, enfatizó, como queriendo cerrar el tema con una cifra favorable en mano.
Pero los números que ve Bank of America no son tan optimistas. La institución advirtió que la apreciación del peso podría estar ocultando vulnerabilidades: una economía que empieza a mostrar señales claras de desaceleración, el riesgo de una baja en las tasas de interés por parte del Banco de México, y un posible impuesto a las remesas impulsado por republicanos en EE.UU., que ya fue reducido del 5 al 3.5%, pero sigue sobre la mesa.
En 2024, México recibió más de 64 mil millones de dólares en remesas. Cualquier carga fiscal sobre ese flujo de dinero afectaría directamente la cuenta corriente del país y, con ello, la estabilidad del tipo de cambio. No es poca cosa. De hecho, los analistas del banco recomendaron a sus inversionistas apostar por la depreciación del peso frente al euro.
A pesar de ello, la presidenta mantiene una narrativa de estabilidad y fortaleza. El problema es que los mercados no funcionan con frases de confianza, sino con datos, perspectivas y señales claras. Y por ahora, lo que se escucha desde Palacio Nacional es una mezcla de autocomplacencia y negación frente a los riesgos.
En tiempos de incertidumbre global, con tensiones comerciales y advertencias económicas encendidas, un “ah, pues qué bueno” puede sonar más a evasión que a liderazgo.