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Estados Unidos le da a China un inesperado respiro arancelario… al menos por 90 días

Después de un fin de semana de negociaciones intensas en Ginebra, que estuvieron a punto de romperse en varios momentos, China y Estados Unidos sorprendieron al mundo con un acuerdo que reduce significativamente los aranceles que ambas potencias se habían impuesto en las últimas semanas. Para muchos, el resultado fue mejor de lo esperado, especialmente para Pekín.

El lunes 12 de mayo, Estados Unidos acordó reducir los aranceles “recíprocos” contra productos chinos del 125% a un 10% durante al menos 90 días. China, en respuesta, adoptó la misma medida y se comprometió a revertir otras acciones de represalia, como las restricciones a la exportación de minerales de tierras raras. Aunque los aranceles anteriores —incluido el 20% impuesto por Washington como castigo por la producción china de precursores de fentanilo— se mantienen, este nuevo acuerdo representa una desescalada significativa en el conflicto comercial que había amenazado con intensificarse drásticamente.

Un platillo que valió la espera

El anuncio llegó después de horas de especulación. Durante el fin de semana, un periodista preguntó a Li Chenggang, representante comercial chino, cuándo se conocerían los resultados de las negociaciones. Con una sonrisa, el funcionario respondió con un dicho popular: “La buena comida nunca llega tarde”. Y, al parecer, tenía razón.

El alivio fue inmediato en los mercados. El índice S&P 500 de las grandes empresas estadounidenses subió un 2.6% en su apertura del lunes. En Hong Kong, el índice Hang Seng —donde cotizan muchas empresas chinas— ganó un 1.7% en la última hora de operaciones. El dólar también se fortaleció alrededor de un 1% frente al euro.

La negociación detrás del telón

Según funcionarios estadounidenses, parte del éxito de las negociaciones tuvo que ver con el entorno. En lugar de salones fríos y formales, las reuniones se realizaron en la residencia de un embajador, con jardines y espacios más íntimos. Ahí, entre sofás al aire libre y conversaciones informales, se discutieron los temas más espinosos.

Antes de llegar a Ginebra, la situación era tensa. El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, había advertido que el objetivo principal era acordar al menos una agenda común. Apenas días antes, el presidente Trump escribía en redes sociales que un arancel del 80% a China le parecía “adecuado”. Muchos temían un fracaso total cuando los equipos negociadores fueron vistos saliendo del lugar tras pocas horas de pláticas. Pero no era el final: solo se iban a almorzar.

Una tregua estratégica en plena tormenta

Ambas economías estaban sintiendo ya los efectos de la confrontación. En abril, las exportaciones chinas hacia EE.UU. cayeron un 21% en comparación con el mismo mes del año anterior. Mientras tanto, los precios de productos chinos en sitios de comercio electrónico estadounidenses habían comenzado a subir de forma constante, de acuerdo con un estudio liderado por Alberto Cavallo, economista de la Universidad de Harvard.

Ante este panorama, el secretario Bessent reconoció que la situación estaba fuera de control. Desde el 2 de abril —bautizado por Trump como el “Día de la Liberación”—, los aranceles se habían elevado rápidamente del 34% al 125%, en una cadena de represalias entre ambos países. “El resultado era el equivalente a un embargo, y ninguno de los dos países quería eso”, afirmó Bessent en una conferencia de prensa el 12 de mayo.

Fue ese caos el que llevó a Trump a ofrecer una prórroga de 90 días a todos los socios comerciales de Estados Unidos el 9 de abril. Ahora, tras las conversaciones en Ginebra, China se une a ese grupo selecto, accediendo a un arancel recíproco del 10%, el más bajo ofrecido por Washington en este momento.

¿Y después de los 90 días?

La gran incógnita ahora es qué ocurrirá cuando termine esta tregua. Negociar un acuerdo comercial integral entre dos economías de este tamaño suele llevar muchos meses, incluso años. Estados Unidos, además, está negociando acuerdos paralelos con otras 16 economías, lo que complica aún más el panorama.

Scott Bessent advirtió que, de no haber avances concretos, el arancel del 34% que se impuso el 2 de abril podría reactivarse como política predeterminada. Para evitarlo, China podría comprometerse a comprar mayores volúmenes de materias primas estadounidenses, como petróleo y soja. También podría reforzar sus acciones contra los fabricantes de precursores químicos utilizados en la producción de fentanilo.

Un dato que llamó la atención fue la inclusión, en la delegación china, de un ministro de Seguridad Pública, lo que fue interpretado como una señal de que Pekín se está tomando en serio este tema. En ese sentido, no se descarta que se llegue a un acuerdo más amplio que incluya mantener el arancel recíproco en 34%, pero eliminar la penalización del 20% por el fentanilo.

Por ahora, las dos mayores economías del mundo tienen una ventana de 90 días para convertir esta tregua en una paz más duradera. Como dice el viejo proverbio chino con el que inició la historia: “Una buena comida nunca llega tarde”. Y, como suele añadirse: “Una conversación interesante nunca es demasiado lenta”.

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