Era una frase corta en un periódico dominical alemán, pero para el gasoducto Nord Stream 2, fue potencialmente tan dañina como un terremoto.
«Espero que los rusos no nos fuercen a cambiar nuestra posición sobre el Nord Stream 2», dijo el ministro de Relaciones Exteriores alemán, Heiko Maas, en momentos en que la disputa con Moscú se intensificaba por el envenenamiento del crítico del Kremlin Alexei Navalny.
El gasoducto siempre ha sido controvertido. Planea transportar gas ruso directamente a Alemania bajo el mar Báltico, con el objetivo de ofrecer al país energía asequible cuando está tratando de eliminar gradualmente su energía nuclear y de carbón.
Pero los críticos denuncian el riesgo de que Alemania dependa mucho de la energía de un socio políticamente poco confiable.
Ahora el ministro de Relaciones Exteriores pidió a Moscú que investigue con profundidad el ataque con un agente nervioso contra Navalny, quien fue hospitalizado en Berlín.
Pocas horas antes de que los médicos alemanes anunciaran que Navalny salía del coma, la canciller Angela Merkel se mostró dispuesta a reconsiderar su apoyo al gasoducto.
«La canciller alemana está de acuerdo con los comentarios del ministro de Relaciones Exteriores durante el fin de semana», indicó el lunes la portavoz de Merkel.
Hasta esta semana, la línea oficial del gobierno alemán era que el gasoducto debía ser visto como un asunto separado del envenenamiento del principal opositor del líder ruso.
Pero los comentarios más recientes marcan un súbito endurecimiento de actitudes hacia el Nord Stream 2 en Berlín.
Por primera vez desde que comenzó la construcción hace casi una década, el futuro del gasoducto parece amenazado.