Cuando en mayo de 2020 comenzaron en Estados Unidos protestas masivas contra la brutalidad policial, Charles Billups no se sorprendió en absoluto.
Durante décadas antes de su retiro, había sido policía en Nueva York y, como le dice a la BBC este afroestadounidense de 60 años: “Quien siembra vientos recoge tempestades”.
“Esto es algo que se venía formando desde hace tiempo”, opina Billups.
No es la primera vez que la indignación contra las fuerzas de la ley y orden en Estados Unidos se convierte en demandas para un cambio.
Desde el comienzo del siglo XX han surgido intentos nacionales periódicos para reformar la fuerza de casi 18.000 departamentos de policía en el país.
Pero el enojo por una serie de muertes de estadounidenses negros en manos de la policía, especialmente la muerte de George Floyd, un exguardia de seguridad asfixiado durante un arresto, ha llevado a un claro período de introspección dentro de los propios departamentos de policía.
Los agentes están divididos sobre si debe haber reformas y cómo lograrlas.
Para Billups, quien ahora es presidente del Gran Consejo de Guardianes, una organización para agentes las fuerzas del orden afroestadounidenses en el estado de Nueva York, los problemas están en lo más alto.
«Pensamiento de vieja escuela»
En la década de 1980 se propuso una política de policía de mano dura, la llamada teoría de las ventanas rotas, que durante mucho tiempo ha resultado muy negativa para las relaciones entre las minorías y las fuerzas del orden, afirma Billups.
Solo hasta hace poco las autoridades han comenzado a alejarse de los principios policiales más severos, pero Billups piensa que la creencia en la eficacia de las tácticas duras persiste arraigada en el liderazgo de muchos departamentos de policía.